lunes, 5 de noviembre de 2007

Rito de iniciación: El principio






Leyendas de los Garou

Selene había hablado. Sus palabras eran de alegría y esperanza, pues cuatro nuevos hijos de la madre Gaia nacían a un mundo cada vez más necesitado de su fuerza primordial. Cuatro Garou, hijos de hombres y lobos, guerreros definitivos de Gaia habían sido marcados por los poderes ocultos de la Umbra para prestar su brazo y su espíritu a la defensa de un ideal marchito según algunos, honroso según otros, glorioso para todos.

Cuatro Garou fueron elegidos para incorporarse a la guerra que las tribus de los cambiaformas libraban contra los entes del Wyrm: Tres nacidos de los hombres, una nacida entre lobos. Sus nombres aún no eran conocidos ni tendrían importancia hasta que ellos mismos demostraran que podían ser llamados como tal. Levemente instruidos en las complejidades de la sociedad Garou, estaban preparados para someterse al mayor desafío de sus vidas, aquel que les reportaría gloria eterna y un nombre digno de ser pronunciado, o que les acarrearía la muerte y el olvido.

Había empezado su Rito de Iniciación.

Nueva York, túmulo de Central Park

Mi nombre es Cuervo. Soy un espíritu al servicio de nuestro padre Abuelo Trueno, Totem de la poderosa tribu de los Señores de las Sombras. No soy un espíritu al uso, ya que en mi personalidad se dan dos características que raramente coinciden en un espíritu de la Umbra: Pasión por las historias y una enorme curiosidad sobre las andanzas de nuestros hermanos Garou. Por ello, los ancianos suelen pedirme que cumpla ciertos cometidos que frecuentemente me llevan a cruzarme en los caminos de estos fascinantes cambiaformas. Mi última misión me había llevado a viajar a la Umbra Profunda, hasta el reino de Arcadia; al regresar, me encomendaron una nueva misión: Un grupo de lobeznos iba a pasar su rito de iniciación, y mi cometido era extremadamente simple: Observar, catalogar, juzgar y contar su historia a los demás espíritus si la hubiere.

Nuestra historia empieza en pleno centro del Clan del Prado, en el túmulo de Central Park, (Nueva York). El año: 1997.

Me habían informado de que la manada que iba a pasar su rito iba a estar compuesta por seis miembros, pero cuando llegué a mi destino me sorprendió ver que sólo habían reunido a cuatro de ellos. Había tres homínidos y una Lupus, provenientes de distintas partes del mundo:

- Dave Armstrong. Un homínido Theurge de los Hijos de Gaia. Un joven de unas veinte primaveras con un aspecto y un acento claramente Europeos.

- Hermana. Una Lupus Philodox de la tribu Fianna. Una preciosa chica también con rasgos Europeos. Al no haber pasado su rito de iniciación y no haber nacido entre humanos, los demás se dirigían a ella con el apelativo “Hermana”.

- Sha. Un poderoso Ahroun homínido de la tribu de los Wendigo. Nadie podría sustraerse a los evidentes orígenes de Indio Norteamericano de este joven de aspecto serio.

- Riley Abbot. Homínido Galliard de los Hijos de Gaia. Éste joven, quien también tenía rasgos indios, me llamó especialmente la atención, ya que comparto con los Galliard su afición a contar historias.

Los cuatro jóvenes Garou fueron conducidos a un viejo almacén a las afueras de Central Park. Al parecer, el Clan del Prado iba a encargarse de llevar a cabo su rito de iniciación. Esto no era nada infrecuente, ya que el túmulo de Central Park es un túmulo de compañerismo, y a pesar de que los Roehuesos son la tribu dominante, es una zona abierta a todo el resto de tribus. El lugar ideal para el rito de iniciación de una manada multi-tribal. Más tarde supe que el clan del Prado había hecho un pacto con el clan del Lobo Invernal (formado por Garou Wendigo al norte de Canadá), para enviar a estos Lobeznos hacia el helado norte donde pasarían su prueba, mientras que los Wendigo enviarían a los suyos a Nueva York para que se encontraran en un entorno totalmente desconocido y su rito fuera lo más duro posible.

Nada más llegar al almacén, los cuatro Garou se dieron cuenta de que no iban a ponérselo fácil. Era un espacio completamente vacío, sin más objetos que una vieja radio que emitía algunas canciones viejas de Huey Lewis de forma distorsionada, y pasé un rato bastante divertido viendo cómo Hermana, fascinada por un objeto que no había visto jamás, intentaba averiguar cómo funcionaba con el consiguiente resultado de una radio rota y un poco menos que hacer entre esas cuatro paredes.

La estancia en ese almacén fue larga y agotadora. Cinco largos días pasaron sin que los Lobeznos entendieran a qué venía ese encierro ni qué se esperaba de ellos. Podría haberles advertido de que estaban siendo observados para ver las reacciones que tenían, pero no se me permitía intervenir en un Rito de Iniciación. Tuvieron un par de intentos de salir del almacén, primero por el reino físico y luego por la Umbra, demostrando tener muchos más recursos de lo que esperaba de ellos.

Dave Armstrong parecía el más preparado de todos. Si no fuera por todo lo que le he visto hacer, podría catalogarlo como el típico niño de papá que dispone de recursos ilimitados, pero hizo gala de un buen ingenio y una gran preparación al haber llevado consigo los objetos que permitieron a los cuatro Garou salir del almacén. No obstante, el paso les fue sellado por miembros de la Camada de Fenris y por un belicoso espíritu de León, con lo que no pudieron cumplir su objetivo y tuvieron que soportar su cautiverio con resignación.

El tedioso encierro socavó los cuerpos y los espíritus de los cuatro jóvenes Garou. Tan sólo les alimentaban con mendrugos de pan y agua, y el único consuelo que tenían eran las armoniosas notas musicales que surgían de la flauta de Riley, la cual identifiqué inmediatamente como un poderoso fetiche.

Finalmente, la mismísima Madre Larissa, la protectora Roehuesos del túmulo hizo acto de presencia. La verdad es que ni yo mismo me esperaba la severa reprimenda que les dirigió por “no haberse preparado correctamente para el Rito”, y terminó su arenga informándoles de que no estaban preparados para pasar el Rito de iniciación. Tras estas duras palabras, salió del almacén y los lobeznos fueron conminados a seguirla. Con una gran curiosidad, alcé el vuelo y me dispuse a seguirlos; fue entonces cuando mi esencia se heló de miedo ante la imagen que mis ojos podían atisbar desde el aire.

Los Garou eran conducidos por uno de los caminos del parque mientras lentamente, miembros de las otras tribus a todas luces de rango superior les iban rodeando lentamente. Jamás había visto a tantos Garou juntos, y el espectáculo era digno de contemplarse: miembros de la Camada de Fenris, RoeHuesos y algún que otro Garra Roja, casi todos en la forma de batalla Crinos estaban formando un círculo mortal alrededor de los Lobeznos. Por fortuna, éstos no eran ningunos cachorritos desvalidos, ya que vi cómo Riley empuñaba su arco y los demás se preparaban para la batalla, aunque esta estuviera perdida de antemano.

De pronto, ¡Empezaron a disparar sobre ellos! Dos balas de plata silbaron sobre las cabezas de los Lobeznos poniendo en grave riesgo sus vidas. ¿Habría cedido Madre Larissa a la presión de los Fenris y realmente estaba dispuesta a matar a aquellos cachorros? No lo comprendía, y ellos tampoco, por lo que tuvieron la sensatez de huir de la batalla. Ningún Garou podría habérselo reprochado, así que corrieron y corrieron hasta llegar a la plaza del Ramble.

Cuando ví que se empezaba a formar el puente lunar lo entendí todo. Había sido una estrategia de los Roehuesos para que los Garou pudieran entrar en el puente lunar de Central Park. Éste túmulo estaba protegido por el Totem Ratón, que sólo se digna a abrir el puente en las noches de luna llena o bien cuando alguien aterrorizado acude a él huyendo de un gran peligro. Los Roehuesos habían presionado a los cuatro Garou para que el miedo que sentían fuera auténtico y Ratón les franquerara el paso, así que sin más dilaciones volé a pedir audiencia con el mismísimo Totem para que me informara del destino de los cuatro Lobeznos.

Canadá, túmulo del Clan del Lobo Invernal

Los Garou viajaron por el puente Lunar, un camino en la Umbra que conecta dos túmulos, protegido por las Lúnulas, poderosos espíritus guardianes de Selene. Al llegar al final de su camino, desembocaron en un paisaje totalmente diferente al que habían abandonado. El agradable fresco de principios de Invierno de la Ciudad de Nueva York dio paso a un frío glaciar, en un entorno agreste como muy pocos quedan en la tierra. Bienvenidos a los bosques de Quebec, Canadá. Enormes hayas centenarias, abetos majestuosos y arbustos tan altos como árboles jóvenes, cubiertos de una profunda capa de nieve marcaban el territorio del Clan del Lobo Invernal.

Allí les esperaba James Wyndstar, “Tres Muertes”. Un viejo conocido mío, miembro de la tribu de los Wendigo. Su nombre Garou venía de una vieja batalla con una manada de danzantes de la espiral negra, donde fue tumbado tres veces y las tres resurgió de sus cenizas para continuar el combate hasta que finalmente logró acabar con toda la horda de esas pestilentes criaturas. El recibimiento que tuvieron aquí los Lobeznos fue algo muy distinto, ya que fueron acogidos con hospitalidad, les explicaron los motivos del Clan del Prado para haberlos sometido a aquella tortura y les dieron cobijo para pasar la noche. Parecía que todo iba por buen camino.

Nada destacable ocurrió aquella noche, mientras los jóvenes cachorros se reponían de las penurias sufridas. Sin embargo, la tranquilidad de la noche fue destruida por un aullido desgarrador que retumbó por todo el túmulo. Hermana lo identificó de inmediato como un aullido de Endecha por los Caídos, seguido por un aullido de llamada al Clan, por lo que se apresuró a despertar a los demás y ponerles sobre aviso. Sin tiempo casi a reaccionar, “Tres muertes” hizo acto de presencia en la cueva donde estaban alojados.

Su actitud era totalmente distinta a la del día anterior. Parecía tener serios problemas por controlar su furia, y ordenó ásperamente a los cuatro Garou que salieran al exterior. Preocupado por lo que pudiera haber ocurrido, me comuniqué mentalmente con el Theurge de máximo rango del clan, pero las noticias que me transmitió no apaciguaron mi alma. Al parecer, los lobeznos de los Wendigo que habían sido enviados al Clan del Prado para que pasaran su rito de iniciación, habían sido asesinados, y ¡los Wendigo culpaban de ello al clan del Prado! Rápidamente, corrí junto a los cuatro cachorros, que se enfrentaban a hora a varias decenas de Garou enfurecidos.

Sin embargo, los Wendigo son de las tribus más honorables, y no podían culpar a los Lobeznos del clan del prado por los errores cometidos por sus padres. No obstante, les comunicaron que aunque no los matarían, ya no se llevaría a cabo su Rito de Iniciación, y que eran expulsados inmediatamente del Clan.

No sabría describir con palabras la tensión del momento mientras los cuatro jóvenes Garou atravesaban una fila de Wendigo enfurecidos dirigiéndose a un destino incierto. Hubo un momento especialmente peligroso cuando un joven Ahroun escupió a los pies de Hermana (los Wendigo odian especialmente a los Europeos). Por un momento, pensé que la joven Philodox se lanzaría contra la garganta del que la había humillado, pero para mi admiración y la de todos los presentes, la Lupus se conformó con dedicarle una mirada de frío odio. Muchas cosas se dijeron en esa mirada, y me temo que los caminos de estos dos Garou se volverán a cruzar en un futuro.

Los bosques de Canadá

Los cuatro Lobeznos se enfrentaban a una situación desesperada: habían sido abandonados en uno de los entornos más hostiles del planeta, no tenían comida ni agua, la temperatura era glacial y para colmo amenazaba una tormenta de tintes muy poco naturales.

Afortunadamente, demostraron estar más que preparados para enfrentarse a una situación así. Sorprendentemente, todos los homínidos del grupo habían tenido experiencia previa en supervivencia de alta montaña, y no hace falta decir que Hermana estaba más que acostumbrada a este tipo de situaciones, ya que se encontraba en su entorno natural. No obstante, el frío extremo estuvo a punto de terminar con la vida de Sha, debido a la poca equipación de que disponía para enfrentarse a la situación. ¿Y qué esperaban? Nadie les dijo que iban a enfrentarse a este entorno.

Con presteza, los cuatro Garou se dividieron las labores básicas de supervivencia. Mientras un grupo construía un refugio, el otro se dedicó a cazar para poder soportar el hambre que ya arrastraban debido a su reciente cautiverio. Demostraron ser hábiles en ambas tareas, y muy pronto disfrutaron de los mínimos para poder sobrevivir.

Su siguiente preocupación fue qué harían a continuación. Yo estaba desesperado, ya que al parecer el rito de iniciación había sido cancelado, por lo tanto no estaba obligado a no intervenir, pero no obstante me contuve. Puede que aquella dura prueba formara parte del rito, y si Abuelo Trueno se enteraba de que me había metido en medio... Prefiero no pensar en lo que me ocurriría. Perdidos, en mitad de una tormenta de nieve que se desató a media tarde y sin comprender muy bien qué estaba ocurriendo, los Lobeznos empezaron a discurrir cual podría ser su siguiente movimiento. Dave, el joven Theurge decidió que lo más inteligente era acudir a la Umbra para solicitar ayuda espiritual, así que se decidieron a llevar a cabo el plan. Consiguieron contactar con un Gaflino Ardilla sin saber que este tipo de espíritus tienen menos seso que un mosquito, aunque no están exentos de poderes. Como era de esperar, el “amable” espíritu se ofreció a sanar las heridas de Sha... pidiendo algo a cambio.

¿Qué les ocurre a este tipo de espíritus? ¿Es que no se dan cuenta de que la lucha por el Wyrm exige que nos ayudemos los unos a los otros y muy especialmente a nuestros hermanos Garou? El encargo que les impuso no podía ser más críptico: “Nuestro hermano del bosque sufre. Su alma está torturada. Ayudadlo”. Fantástico. A eso le llamo yo una explicación clara. Cabe decir que nuestro Theurge tampoco estuvo muy afortunado a la hora de sonsacarle información, pero supongo que es natural en las circunstancias de agotamiento físico en las que se encontraba en ese momento.

Los jóvenes Garou habían andado varias horas en mitad de la tormenta y el frío volvió a hacer estragos en su férrea salud. Agotados e incapaces de esclarecer el significado de las palabras de Ardilla, decidieron volver al refugio a pasar la noche.

Aquella noche una sensación de temor me invadió. Un sentimiento de miedo y odio con el que desgraciadamente estoy más que familiarizado: una Perdición, un asqueroso espíritu servidor del Wyrm merodeaba por las cercanías. No soy rival para este tipo de engendros, así que utilicé mis poderes para ocultarme, al igual que el resto de espíritus de la zona. Al cabo de un rato la ví aparecer en la Umbra: su aspecto era más repugnante de lo que me había imaginado, con su cuerpo insectoide, su terrible boca de tres mandíbulas, su cola de escorpión y los centenares de tentáculos que utilizan frecuentemente como arma. Me di cuenta de que la perdición estaba concentrando su energía en el mundo físico, por lo que eché un vistazo a través de la celosía y lo que ví me dejó horrorizado.

Aquella repugnante bestia había poseído el cuerpo de un Oso Grizzly adulto al que estaba manejando como una marioneta, dirigiéndolo hacia el campamento de los Lobeznos. Ignoro si le oyeron llegar, pero en todo caso reaccionaron tarde. De un poderoso zarpazo, el oso destruyó el precario refugio que habían construido y los cuatro Garou saltaron al exterior dispuestos a la batalla.

El combate fue terrible, pero enseguida me di cuenta de que esos jóvenes Lobeznos valían más de lo que me había supuesto. No tenían ninguna intención de matar al oso, ignoro si siguiendo la Letanía o por simple sensibilidad. Hermana consiguió apresar a la enorme bestia en una presa que le impedía moverse, mientras que Sha hincaba sus poderosos colmillos en la pata del oso. Mientras tanto, Riley activaba su fetiche para intentar calmar a la bestia, pero no contaba con que el oso no estaba actuando bajo su voluntad, sino bajo la de la perdición, por lo que no surgió efecto.

La solución al problema la encontró Dave, quien dándose cuenta inmediatamente de que algo extraño le ocurría al oso, saltó a la Umbra y allí se enfrentó a la perdición haciéndola huir como la cobarde que era y dando así por finalizado el combate cuando la voluntad del oso volvió a ser suya. Una vez más, los Lobeznos demostraron su nobleza intentando sanar las heridas del oso, pero la pobre bestia que no entendía lo que había ocurrido, tan sólo quería escapar bosque adentro.

Desconcertados por el combate y de nuevo a la intemperie, los cuatro Garou decidieron emprender camino hacia el norte en busca de algún refugio seguro. La desesperación empezaba a adueñarse de sus corazones, pero siguieron adelante.

En la casa de Bill

Tras horas caminando entre la nieve y luchando por conservar el escaso calor de sus cuerpos, finalmente los Lobeznos arribaron a una granja humana en mitad del bosque. La verdad es que yo fui el primer sorprendido en encontrarme con humanos viviendo en condiciones tan adversas, por lo que inmediatamente me puse en guardia.

Los Lobeznos, más confiados o simplemente desesperados por encontrar calor, se dirigieron a la cabaña, encontrándose allí con un hombre bastante fornido (y muy malhablado) que respondía al nombre de Bill. Éste les ofreció su hospitalidad y por fin los cuatro cachorros pudieron entrar en calor en una confortable sala de estar mientras su anfitrión se encargaba de que no les faltara de nada. Debían ser muy cautelosos en lo que decían, ya que a buen seguro el hombre querría saber qué hacían cuatro chicos jóvenes en mitad de la nada Canadiense. El Velo debía ser protegido a toda costa, por lo que el Galliard del grupo, Riley llevó el peso de la conversación eligiendo muy bien las palabras.

Bill parecía muy interesado en la parte de la historia donde un oso les había atacado y ellos habían salido huyendo, pero no me preocupé por ello. Supuse que alguien que rehuye las ciudades para vivir en mitad de la montaña se tiene que preocupar por fuerza de todas las criaturas del bosque. La conversación iba bien, Bill incluso les ofreció su furgoneta para llegar al pueblo más cercano y estaba empezando a relajarme cuando el hombre hizo una sorprendente pregunta: “¿Qué tal va vuestro Rito de Iniciación?”

No hace falta decir que aquello nos sorprendió a todos. Inmediatamente expandí mis sentidos hacia Bill, y lo identifiqué como alguna criatura sobrenatural, pero no era un Garou. ¿Qué era ese ser? ¿Cómo podía conocer cosas de los Garou? La respuesta no tardó en llegar, y debo reconocer que por poco me manifiesto en el mundo físico debido a la sorpresa que tuve: ¡Bill era un Gurahl!¡Uno de los antiquísimos hombres-oso! Aquella información era extremadamente reveladora, tal vez había más como él en la zona o tal vez, tal como dijo era el último superviviente de su raza en NorteAmérica.

Lamentando abandonar a aquellos Lobeznos, supe que mi misión ahora era informar del hallazgo a mis superiores de la tribu de los Señores de las Sombras. Seguro que esa información valía su peso en oro, ya fuera para tenerlo como aliado o para prevenirse contra él. Seguro que Lord NightBane estaría encantado con lo que le iba a contar, por lo que me disgregué en la Umbra para dirigirme a la lejana región de San Francisco.

Cuando por fin volví con mis Lobeznos, había tenido lugar una feroz batalla en la casa de Bill, al parecer un grupo de humanos corrompidos por el Wyrm les había atacado, y mi principal prioridad era averiguar qué había ocurrido y cómo estaba implicado el Gurahl.

Pero esa, es otra historia...

3 comentarios:

  1. Muy buena crónica Mr. Daigoro, sólo ha hecho que me entren más ansias de continuar con la partida, que está siendo cojonuda!

    ResponderEliminar
  2. Gracias, gracias. Fotos no, por favor.

    ResponderEliminar
  3. Magnífica cronica, sin duda. XD.

    ResponderEliminar